
El torneo adoptó un formato peculiar, con una fase preliminar que sirvió para seleccionar a cinco finalistas. A continuación, los cinco finalistas se enfrentaron en un todos contra todos a doble vuelta. Las puntuaciones de las preliminares se contabilizaron en la tabla de posiciones final. Al menos durante un mes, el ajedrez ganó enorme popularidad. De repente, Europa parecía ajena a la llegada de la Gran Guerra, y los telegramas de las naciones retumbaban con informes sobre el gran torneo. La sala no era lo bastante grande para albergar a los espectadores, y la exaltación que desprendían los presentes se asemejaba al entusiasmo que estalló en todo el continente. Un periodista describió la escena de forma impresionante: Los espectadores se apretujaban como sardinas en un barril. Agachaban el cuello, se ponían de puntillas, incluso en las sillas, para poder ver la obra... y la sala estaba tan llena de humo de tabaco... Los cinco clasificados para la final, terminadas las rondas preliminares, fueron Capablanca, Lasker, Tarrasch, Alekhine y Marshall. Capablanca dominó la competición y dejó a Lasker y Tarrasch en un distante segundo puesto, a 1½ puntos de distancia. Alekhine y Marshall quedaron a 2 puntos de Capablanca. Lo que siguió en la final fue una carrera legendaria entre Lasker y Capablanca. Capablanca mantuvo su buena forma, pero Lasker se encendió y alcanzó a Capablanca antes de su crucial encuentro en la séptima ronda. Aunque estaban empatados en cabeza, a Lasker sólo le quedaban tres partidas, frente a las cuatro de Capablanca, que había descansado antes. Lasker tenía que ganar para tener alguna posibilidad real de luchar por el primer puesto. Todo el mundo, incluido Capablanca, esperaba que Lasker luchara y jugara una partida aguda. Sin embargo, en un golpe maestro del orden psicológico, eligió una partida tranquila, sin damas, y consiguió superar a Capablanca. Lasker recuerda el momento del abandono de Capablanca: Los cientos de espectadores aplaudieron como nunca antes en mi vida de ajedrecista. Fue como el aplauso totalmente espontáneo que retumba en el teatro, del que el individuo es casi inconsciente. El ajedrecista cubano marcó un hito en su época y en todas, en una época en la que el ajedrez romántico daba sus últimos estertores, pasando al ajedrez psicológico y empezando a vislumbrarse el ajedrez científico. Para aprender, entender y apreciar. La partida se ha hecho muy famosa y la estrategia empleada por Lasker de atraer al rival a un juego lento y de maniobras en una situación en la que hay que ganar ha demostrado su eficacia en la práctica moderna. Es la misma estrategia que adoptó Garry Kasparov en la 24ª partida del Campeonato del Mundo de 1987 contra Anatoly Karpov en Sevilla, España, para retener su título.
Los cinco finalistas (de izq. a der.): E. Lasker, A. Alekhine, J. Capablanca, F. Marshall, S. Tarrasch Capablanca quedó tan desconcertado por la derrota que también perdió contra Tarrasch en la siguiente ronda. Eso significaba que Lasker, que se tomó un descanso, tenía una ventaja de un punto sobre Capablanca a falta de dos partidas. En la penúltima ronda, Lasker sólo hizo tablas con Tarrasch, mientras que Capablanca venció a Marshall, recortando la ventaja de Lasker a medio punto. En la última ronda, Capablanca volvió a ganar, esta vez a Alekhine, pero Lasker también venció a Marshall. Fue una carrera reñida hasta el final, y fue Lasker quien ganó el gran torneo por la mínima diferencia.
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